Blinking Cute Box Panda

jueves, 22 de noviembre de 2012





Capítulo 42
Libro Abierto


—Así que, espero que hayan estudiado mucho para este examen, porque es uno de los decisivos para saber si este trimestre se lo llevan o no, tengan en cuenta que es el segundo del año, y casi siempre se lo toma a este, y al último como el más dificil. Pero por supuesto, a los alumnos aplicados y que se esfuerzan, van a quedar aprobados, y los demás, nos vemos en las vacaciones de verano.
El profesor de geografía no paraba de hablar, y caminar por todo el salón, mientras yo trataba de pensar cuál era el territorio con más población desarrollada en el mundo, él hablaba y hablaba. ¿No se daba cuenta que desconcentraba a toda la clase? Bueno, a toda la clase no, ya que Harry se hallaba muy concentrado escribiendo, de una manera muy veloz, pero nada que pueda llamarle la atención a una persona que no supiera lo que era.
Así que mientras yo estaba en el punto tres: desarrolle el tema desastres ambientales, y escriba todos los desastres hablados y trabajados en clase. Mientras mi novio, se encontraba leyendo hace aproximadamente veinte minutos, Harry Potter y el Cáliz de Fuego. Era algo gracioso ver a un hechicero de verdad, leyendo sobre uno fantástico, y en un momento el desvió la mirada hacia mí, y yo enfoqué mi vista en el libro, a lo que el rió disimuladamente, y en un susurro me dijo: "Es interesante, aunque no entiendo, este hechicero no tiene tantos problemas como yo, a el lo intentan matar, en cambio a mi no, solo intentan robarme la razón de mi vida. Eso es mucho peor". Al decir aquello mi corazón empezó a latir desbocadamente, mientras yo, con todas mis fuerzas trataba de ponerle atención a la prueba.
Terminé el examen, y dubitativa me dirigí hacia el escritorio del docente.
El punto 14 no lo hice, ya que trataba de los bloques económicos en África y Asia y no los había estudiado.  Me senté en mi banco, y faltaban más de diez personas entregar el examen, así que me senté en el pupitre y coloqué mi cabeza sobre la fría madera, pero de un minuto a otro, sentí otra cosa fría, era el cuerpo de Harry, más bien su hombro, donde él apoyó mi cabeza, mientras acariciaba mi cabello.
—Disculpa mi atrevimiento. —habló por fin tocando delicadamente mi rostro con sus suaves y fríos dedos. —Pero, quería preguntarte si podía ir a tu morada a hablar con tu madre.
— Claro, pero... ¿Para qué? —indagué sin comprender.
—Faltan solamente dos día para navidad, y las vacaciones de navidad ya comienzan. Necesito su aprobación y concentimiento, para que te lleve a Las Vegas.
—Claro, claro... Ven hoy después de la escuela, ella seguro ya está allí.
—De acuerdo, te llevo a ti y a Román y me quedo.
Luego del agotador examen, nos dirigímos a la clase de Literatura, Harry se sentó junto a mí, en el anteúltimo banco y delante nuestro, apareció una rubia de cabello largo, con unos hermosos ojos esmeralda.
—Harry... Hola, me llamo Elizabeth, estamos juntos en la clase de Ciencias de la Comunicación, a la tarde.
—Claro, te recuerdo. —contestó mi novio, educadamente.
—Recuerdas también que para el viernes tenemos que hacer un trabajo sobre las comunicaciones del Siglo XVIII. — Le recordó la muchacha, con una sonrisa falsa. —Quería preguntarte si... ¿Tienes pareja para el proyecto?
—No, pensaba hacerlo solo, ¿y tú?
—Eso quería preguntarte, si querías ser mi pareja.
—Por supuesto, cuanto antes hagamos el trabajo mejor.
—Que tal si... Vienes para mi casa, mañana, y lo entregamos el viernes.
—Está bien, luego me pasas tu dirección y arreglamos el horario.
—Está bien, adiós. —saludó la rubia, y antes de darse vuelta, me fusiló con la mirada.
— ¿Por qué aceptaste? —pregunté, con el ceño fruncido.
—Porque no tengo compañera, ella tampoco, entonces...
—No, no hablo de eso. ¿Por qué aceptaste con ella? Habiendo tantas chicas en la escuela.
—Ella me lo pidió.
— ¿No sabes quién es, cierto?
— ¿Cómo? —preguntó desconcertado.
—Ella me odia, Harry.
— ¿Por qué motivo? —indagó, entendiendo cada vez menos.
—Porque ella era la novia de Liam, y sabe que por mi culpa el la dejo a ella.
— ¿Y eso... ?
— ¡Lo hace aproposito! ¡Quiere darme celos! —dije desesperada.
—Y si eso quiere, lo está conciguiendo.
—Harry...
—Romance, por favor. Voy a ir a su casa, solamente a hacer un trabajo práctico, te juro que no voy a hacer absolutamente nada fuera de lugar. —prometió el interpelado, besando mis manos. — ¿Confías en mí?
—Claro que confío en ti, en la que no confío es en ella.
Las clases pasaron normalmente, lo único anormal, era que en cada recro, la insoportable de Elizabeth se encontraba donde Harry y yo estuviéramos, parecía como que nos estaba vigilando. Era algo irritante, con el solo hecho de pensar en ella, ya me irrita. Pero cuando llegaba a nuestro banco, y coqueteaba con él, era algo que yo no podía siquiera soportar.
—Romance, no puedes ser tan desconfiada. —me dijo Louis, mientras Harry y Elizabeth hablaban en el patio del recreo.
—No soy desconfiada, soy precavida... Ella no me gusta nada, me trae desconfianza.
—Igual, no dejes que Harry lo sienta, solo ignórala. —me aconcejó mi cuñado, mientras se iba con Lander, a la oficina del director, a hablar no se de qué.
—Parece que tu novio te ha abandonado. —musitó una voz cálida y dulce, en mi oído.
—Claro que no. —contesté mientras me giraba, y me encontraba con Liam.
—Como digas, pero creo que está coquetiando con mi ex.
—No, tu ex está coquetiando con él.
—Sabes, —empezó a decir el muchacho, mientras se sentaba en una de los asientos del patio. —Extraño pasar tardes enteras y hablar de cualquier estupidez contigo.
—Tú lo has arruinado, no yo.—contesté, mientras me sentaba a su lado.
—Puede ser que tengas razón, solo... Me enamoré de ti, ¿eso es un crimen? —indagó tomándome de las manos.
—No, pero queres separarme del amor de mi vida... Si lo es.
—Romance, yo... Te amo, y no me importa como quede yo parado frente a ti. Voy a luchar por ti, hasta que te tenga conmigo.
—No es así, Liam. Debes dejarme decidir a mi, yo estoy enamorada de él, y no voy a dejarlo.
—Te comprendo, pero tal vez él te deje a ti.
—Sabes que eso no va a suceder. —musité, muy confiada del amor que siente Harry por mi.
—Hasta que la muerte nos separe... ¿No es eso lo que el cura les dice a los novios cuando se estan casando? Tal vez la muerte los separe antes de lo que crees.
— ¡Claro que no! ¡Si alguien aquí va a morir, vas a ser tú! —le grité, parándome del banco, mientras las miradas se iban posando en nosotros dos.
—No digas eso, Romance... ¡Acuérdate que es cuarpo a cuerpo, y aquí los truquitos de tu noviecito no valen! —dijo, muy confiado de si mismo. —Sé que voy a ganarte, tenlo por seguro.
— ¿Qué sucede acá? —preguntó el director, mientras mi novio aparecía en escena, y me tomaba de la cintura, separándome del Worda.
—Nada señor director, solo estábamos discutiendo sobre un tema, pero parece que a mi compañera no le gusta perder ni a las canicas.
—Bueno basta, cada uno se va a su salón de clases, el recreo ya terminó.
Cada cuál se dirigió a su salón de clase, mientras mi novio, me tomaba de la cintura y me acompañaba al salón de Historia Contemporanea.
—No debes pelearte de esa manera con él, lo único que busca es desestabilizarte.
—Y lo logra, créemelo.
— ¿Qué fue lo que te ha dicho, para que te pongas así?
— ¿Es verdad que tú no vas a poder usar magia en el Círculo Obtangus? —contrapregunté, con un dolor en el pecho indescriptible.
—Romance... te he dicho miles de veces que no pienses en eso, y mucho menos que hables con el perro sucio ese.
—Contéstame, Harry. No evadas el tema.
—No lo quiero evadir solo... —se calló, mientras tomaba mis manos y besaba cada una de ellas. —Es cierto, Romance. La magia no está permitida, de la misma manera que él no puede transformarse en un lobo. Es un mano a mano.
— ¿Ahora es más riesgoso para ti?
—Romance...
—Yo recuerdo el día después de la clase de arte, como te dejo, al borde de la muerte.
—Este no va a ser el caso, mi amor, tu solo tienes que relajarte.
Después de nuestra conversación, la profesora Nilda Greeqman,llegó a darnos clase. Ya faltaba muy poco para irnos cada cual a su casa, así que ahora llegaba el momento de pedirle a mi madre que me dejara ir a Las Vegas con Harry. En lo más profundo de mi alma, pedía que si.

domingo, 18 de noviembre de 2012


Capítulo 41
Libro Abierto

— ¿Bueno, vamos? —le pregunté a Harry, luego de que dejé a mi hermanito en la puerta del edificio, para que valla a casa y yo a su morada, a estudiar biología. 
—Si, solo aguárdame unos minutos. —me pidió él, para luego tomar su celular y alejarse un poco de mi para hablar.
Así que me senté en el lado del copiloto, hasta que el muchacho terminara de hablar por celular, me senté y coloqué la radio, subí un poco el volumen, ya que no podía distinguir la melodía con un sonido tan bajo. Me di cuenta que la canción que sonaba era Possibility de Likke Li, la verdad era una canción bastante triste, pero no me importo mucho, y seguí escuchando la lenta melodía que estaba inundando todo el vehículo. Por lo menos habían pasado cuatro minutos, y la canción había terminado, y Harry todavía no llegaba. 
Pero preferí no salir, porque si no iba a pensar que era una inpasiente, y que de pasiencia tenía cero. Así que volví a cambiar de estación y ahora se escuchaba Tremble for my beloved de Collective Soul, era una de las bandas que más le gustaban a Alex. Y ahí estaba otra vez, recordando a uno de mis amigos.
Hace mucho no hablaba con ellos, y la última vez que lo hice, fue lo peor. Era un domingo a las tres de la tarde, y ya la tarea para toda la semana la tenía terminada, así que como era habitual en mi, me coloqué en la computadora, y de un momento a otro veo a Sara, una compañera del instituto de Las Vegas. Así que, tomé el teléfono, para hablar con Alex, ya que hacía mucho que no escuchaba su voz, pero cuando me atendió se lo notaba distante conmigo. Como si yo fuera una extraña.
— ¿Qué quieres? —preguntó bruscamente, al atender el teléfono.
—Quiero saber como están, tú y Amy. —dije, en un susurro, ya que su voz me había acobardado un poco.
—Claro... ¿Ahora te interesa de nosotros no es así? Después que de más de un mes ni siquiera nos respondes las llamadas, los mensajes ni los mails.
—No te enojes conmigo, por favor Alex es solo qué... —meinterrumpió, estaba muy molesto.
—Es solo que ahora que tienes nuevos amigos y novio rico, ya no nos prestas más atención. —dijo el con enfado. —Tú prometiste que nuestra amistad iba a perdurar, que no importaban las distancias ni el tiempo que nos pudieran separar, pero parece que no cumpliste tu promesa.
—De acuerdo,¿si? Me equivoqué, es solo que estoy ocupada y...
—Y no tienes ni un minuto para tus amigos, no tienes un minuto para llamar por teléfono y decirle a Amy: Felices dulces dieciseis, lo lamento por no estar ni ayudarte a preparar el momento más feliz de tu vida. Claro, entiendo Romance, eres una mujer muy ocupada.
— ¿El cumpleaños de Amy? —pregunté desconcertada.
—Si, así es. Fue hace una semana. —me contestó el muchacho con desprecio. —Ella no te quiere ni nombrar, está muy enojada, y más que nada, dolida. Y yo, ni hablarte quisiera. —nunció como con asco. —Así que hazme el favor, y no me llames más, Romance, ni a mi, ni a Amy.
Y luego de decir aquello cortó la comunicación. Traté más de veinte veces de volver a comunicarme con él, pero era inutil, o me cortaba el llamado o el celular se hallaba apagado.  También traté de llamar a Amy, pero con ella no había caso, el teléfono sonaba y sonaba, pero jamás atendía.
— ¿Romance, estás bien? —preguntó Harry, sentándose en el lado del piloto y acercándose hacia mí.
—Si, si. —contesté rápidamente.
— ¿Y si estás bien, por qué lloras? —indagó torciendo los labios, y con su pulgar, quitando las gotas de agua salada que hacían zurcos en mi piel.
—Es solo qué... Pensaba.
— ¿En qué? Si se puede saber. —dijo el, sentándose bien en el asiento, y cerrando la puerta.
—Claro que se puede saber... Solo pensaba en, Amy y Alex.
— ¿Tus amigos de Nevada?
—Exacto, pienso en que haberme mudado significó haberlos perdido para siempre.
—No tiene que ser así, las distancias no deben romper los vínculos.
—Ellos tienen razón en odiarme, olvidé su cumpleaños, y nunca les hablo.
—Bueno, te has equivocado pero... Puedes recompenzarlos.
— ¿Cómo? —pregunté, bajando la vista.
—Bueno... En una semana empiezan las vacaciones de navidad, le puedes decir a tu madre, que vayan a Las vegas, a celebrarlo. 
— ¿Mi mamá? ¡Me va a sacar corriendo! 
—De acuerdo, le puedes pedir permiso, para que luego de Navidad, te deje ir conmigo a Las Vegas, ¿qué te parece? —preguntó, besando mi mano derecha.
—No creo que me deje.
—No perdemos nada, con intentarlo.
Luego de decir aquello, arrancó el auto con dirección a su casa. Yo no podía creerlo que mi madre me había dado permiso, ya que era un día de semana y en menos de una hora iba a anochecer. Pero tal parece, que a Harry le tiene una confianza ciega, una confianza que estoy segura que en mi no tiene. 
Estuvo manejando por alrededor de veite minutos y llegamos a su casa, cuando entramos a la recidencia se encontraba todo oscuro. Harry me tomó de la cintura sabiendo que soy un poco despistada, y estabdo todo oscuro, es muy capaz de que me caiga. Así que llegó hasta el interruptor y prendió las dos arañas del living, donde los cristales tenían una luz tan hermosa, por el reflejo de la bombilla.
— ¿Y tus padres y hermanos? —le pregunté, mientras el chico, dejaba mi mochila y la sya, sobre el sofá de dos cuerpos.
—Están en una reunión... Mejor dicho, mis padres están en una reunión y mis hermanos los acompñan.
— ¿Estamos solos? —le pregunté, mirando a mi alrededor.
—Así es... ¿Tienes miedo?—indagó, acercándose hacia mi y tomándome de la cintura.
—No, claro que no. —le dije, con la voz temblorosa.
—Prometo no morderte. —musitó a lo que yo reí histéricamente, y segundos después, su boca se encontraba pegada a la mía. Era como un imán, donde sus labios y los míos se atraían de una manera que no tenía explicación alguna. Su boca, en contacto con la mía, era uno de los deleites más grandes de la vida. Pero la situación se colocó un poco más "caliente", cuando su mano se coló por entre mi camisa, y los botones comenzaban a salirse de sus hojales, y mi piel se erizaba ante su mano gélida, que en esos momentos me parecía más caliente que la mismísima lava.
—Ha... Harry. —musité entre su boca, pero entre que su boca no se despegaba de la mía, y mi conciencia traicionera hacía callar a la voz que decía: "Romance, es mejor esperar", era muy dificil detenerlo.
—Lo... Lo siento. —anunció él, separándose de mí y abrochando a toda velocidad los botones de mi camisa y luego los de él, que al parecer, yo se los había desprendido.
—No, está... bien, solo qué... —me interrumpió.
—Eres hermosa, el ser más hermoso que jamás eh visto en mi vida. —musitó, tocando con su dedo índice, mis labios. —Y te mereces lo mejor de mundo, y yo voy a tratar de dártelo. 
—Te amo. —le contesté, besando sus labios, pero esta vez, de una forma más dulce y serena.
—Tú sabes que yo te amo más. —contestó, volviendo a juntar sus labios con los míos. — ¿Vamos a estudiar? Digo... tienes que aprobar este trimestre si o si.
—Claro.
Ambos nos dispusimos a colocar todas las carpetas, lápices y demás sobre la mesa del living, donde mi querido profesor, comenzó a explicarme lo que era el metavolismo celular. Y aunque parece algo sorprendente, cosa que lo es, le entendí todo a la perfección. Y ahora que lo escucho a Harry, no era algo tan dificil como yo me lo imaginaba, si no todo lo contrario.
— ¿Tienes hambre? —me preguntó, ya que el reloj daban las nueve y media de la noche.
—Así es... ¿Qué vas a cocinar? —indagué, parándome a su lado y caminando los dos hasta la cocina.
— ¿Qué se te apetece? —inquirió, mientras se colocaba un delantal de color negro. Al verlo con eso puesto, estallé en risas, a lo que él frunció el ceño.
— Disculpa... ¿Qué es lo que te causa tanta gracia? —cuestionó con enojo.
—No lo sé, tal vez es porque mi novio tiene puesto un delantal de cocina, y... Para ser completamente sincera, se ve muy afeminado.
— ¿Afeminado? Mira Romance, hay algo que nunca en la vida voy a ser y es afeminado. —anunció enojado, y colocando su mano derecha en la cintura. Parecía la profesora de matemática cuando se enfadaba, así que mis risas volvieron a aparecer.
—Claro mi amor, no eres afeminado. —musité, denotando el tono de burla en mi voz, y posando mis ojos en su mano derecha, a lo que él inmediatamente se dio cuenta, y quitó su mano de su cintura.
—No soy afeminado. —negó, acercándose a mi, y besándome de una manera salvaje, el beo duró por lo menos tres minutos o más, sinceramente perdí la cuenta, hasta que de un momento a otro, se separó de mí, con una sonrisa triunfante, debido a la cara de tonta enamorada, que debía tener en esos momentos.
— ¿Qué me decias? —preguntó con autosuficiencia.
—Que te amaba, ¿por? —dije, haciéndome la tonta, a lo que el rió y me tomó de la cintura.
— Ya que no me dices que quieres comer, te voy a hacer una de mis especialidades, y te voy a demostrar, Yankee, que la comida francesa es mucho más rica, que esa comida chatarra que ustedes ingieren. 


jueves, 8 de noviembre de 2012




Libro Abierto
Capítulo 40

—Hola mi amor. —dijo Harry, besando mis labios y luego saludando a mi hermano.
—Hola Román, tanto tiempo. —dijo el, chocando los cinco y haciendo un saludo de ellos.
Todos subimos al auto y en menos de quince minutos nos encontrábamos en el Truman Collage.
Román salió corriendo, así yo no tenía oportunidad de ir a dejarlo a su salón de clase. así que de la mano, me fui con Harry a mi curso. Hoy tendríamos en las dos primeras horas matemática, con la profesora, que evidentemente no soy de su agrado, para nada. Cada vez que tiene la oportunidad de regañarme, lo hace, siempre trata de hacerme quedar mal frente a la clase, haciéndome ver mucho menos que ella, por mi inutilidad matemática.
—La odio. —le dije a Harry, luego de que me haga pasar al pizarrón, y como era de costumbre, me había equivocado. Había tenido un simple problema de símbolos, y en vez de poner menos, puse un más, y ella, exagerando como siempre dijo: "Señorita Romero, el más por menos, desde quinto grado, se sabe que da menos. No sé quien fue el profesor que la hizo pasar de año, sin saber hacer esa simple ecuación matemática".
—No te acongojes, es una mujer muy recentida, y se la agarra contigo. —me explicó Harry, susurrando y acariciando mi mano, por debajo del banco.
—Pero me está enfermando.
— ¿Pasa algo señorita Romero? ¿Quiere compartir algo con toda la clase? —preguntó la mujer, que parecía, con su estatura, un enano de jardín.
—No me sucede nada, profesora.—dije, apretando los dientes, para que de mi boca no saliera un: "¡Te odio enana maldita!" Pero gracias a dios, y a Harry, quien me tomaba de la mano y acariciaba, para que yo no pierda el juicio. Me quedé callada.
—Así me parcía. —contestó la docente, con aires de superioridad.
Así paso la clase, con sus constantes llamadas de atención, y pedidos de que pase al pizarrón. Cada vez que yo hacía un ejercicio bien, era por la larga explicación de Harry, y que después de todo, me salí bien. Pero como ella desconfiaba de que lo había hecho yo sola, y que mi compañero de banco lo había hecho por mí, me borraba el resultado, me sacaba la hoja y me pedía que lo haga devuelta. Y por supuesto, no me salía. Y ella me decía que me copiaba.
El timbre sonó, y agradecí por mis adentros. Porque si me encontraba unos minutos más con esta mujer, era hasta capaz de tirarle el borrador por la cabeza.
—Debes tranquilizarte, son profesores, y hagan lo que hagan, comporten como se comporten contigo, le debes respeto. —me decía Harry, mientras nos sentábamos en una banca del recreo, mientras todos los alumnos nos rodiaban.
—Lo sé, pero me enferma. —musité, cerrando los ojos. —Bueno... Hablemos de otra cosa, algo más lindo que esa... profesora.
— ¿De qué quieres hablar? —preguntó, acariciando mi mejilla.
—De lo que pensé toda la noche.—contesté, tragando saliva.
— ¿Y qué has pensado toda la noche?
—En ti, por supuesto. —le contesté, poniéndome colorada. A lo que él rió y besó mis labios.
—Yo también pienso en ti, todos los días y todas las noches.
—Pero... Pensé en algo más... Particular, en lo que a ti respecta.
— ¿Y eso sería...? —indagó para que yo continuara.
— ¿Te acuerdas lo que hablamos ayer en mi casa? —le pregunté, a lo que el se quedó pensando un minuto, para luego sonreir y mirar con sus ojitos achinados. — ¡Harry! —dije elevando el tono de voz, a lo que el rió.
—Si, si, mi amor, me acuerdo. —Contestó, poniéndose serio de repente.
—Bueno, yo estube pensando y... Si.
— ¿Si, qué?
—Que si, que quiero estar contigo, hacer el amor contigo...
El me abrazó para luego besarme, y colocar sus manos en mi cintura, para apegarme más a su anatomía.
— Lo vamos a hacer cuando tú quieras, yo no te voy a presionar para nada, Romance.
—De eso quería hablar, quiero... Hacerlo contigo, antes de la pelea.
—Ro, yo sé lo que pasa y no. —contestó con tristeza.
— ¿Qué? ¿No? ¿Por qué? —pregunté súbitramente enojada.
—Porque no me voy a acostar contigo por el simple hecho de que temas por mi vida.
—Esto no es por eso, Harry.
—Seme sincera, y dime que no lo quieres hacer antes, por miedo a que me muera.
—Claro que tengo miedo, Harry. —confesé, tomando su mano derecha. —Pero no es por eso, quiero hacerlo porque te amo, y porque quiero estar siempre contigo.
—Romance... —lo interrumpí.
—No me vas a hacer rogarte, ¿no? No habría algo más patético y humillate que rogarle a un chico que se acueste conmigo.
Al decir eso, el rió a carcajada limpia.
—No, claro que no. Una dama jamás debe rogar, y mucho menos al caballero, es todo lo contrario.
—Entonces no me hagas discutir, y ruégame. —Musité, y el rió nuevamente, a lo que luego besó mis labios cortamente.
— ¿Cuándo quieres que...?
—Cuando tú quieras, pero debes avisarme previamente y quiero que sea en un lugar lindo.
—Claro que si, nunca vas a olvidarlo. —me contestó, y besó mis labios, pero esta vez con un poco más de ardor. Pero antes de que nos podamos separar, el timbre sonó.
— ¿Te puedo hacer un pregunta? —indagó, mientras caminábamos hacia el salón de biología.
—Dime.
— ¿Por qué has dejado la clase de arte, si amas pintar?
—Es que... Prefiero estar contigo, que pasarme esas horas de mi fin de semana, y de la semana misma, en un salón de clase.
—Romance. —musitó haciéndome parar en el medio del pasillo. —Yo no quiero que dejes de hacer tus actividades por mi, si el arte es algo que te apasiona, no debes de dejarlo por mi.
—Es que, no lo dejo por ti, lo dejo por mi. Porque amo pintar, pero más amo estar contigo.
Al decir aquello, el sonrió de costado y besó mi cabeza, para luego tomarme de la cintura, y volver a encaminarnos al salón de biología.
La profesora comenzó a explicar un tema nuevo: Metavolismo Celular. Aclaró antes de comenzar, que debíamos prestar mucha antención, ya que era un tema muy complejo y que no iba a ser nada facil, pero no imposible. Así que tomé mi cuaderno, y cada cosa que ella decía yo lo anotaba, dibujos, mapas conceptuales y todo lo que pudiera escribir en esa pizarra yo lo escribía, ya que necesitaba un ocho en su materia, si no quería venir a la escuela de verano.
—Es fácil, no te quejes, hay cosas más complejas.
—Si, claro... Tú has pasado esa misma clase, ¿cuántas veces? ¿Cien? ¿O más?
—Emm... Fueron más, pero ese no es el punto, es fácil, si quieres hoy vienes a mi casa, luego de la escuela, y te lo explico. Tengo láminas y demás, que van ser de mucha utilidad.
—Gracias. —le contesté, besando sus labios.

lunes, 5 de noviembre de 2012





Libro Abierto
Capítulo 39


—De acuerdo... —musité sin creerle mucho. — Ya son casi las doce del medio día.
—Si, tendríamos que volver. —Musitó, girando su torzo para agarrar las llaves y cuando las estaba tomando, soltó un alarido de dolor.
— ¿Qué te sucede? —pregunté asustada, mientras lo veía a los ojos.
—No, nada, no me sucede nada.
—Harry, gritaste de dolor, algo te pasa. —Le dije enojada, mientras de su camisa lograba ver una mancha roja de sangre.
— ¡¿Qué te pasó?!—exclamé asustada.
—Fue lo que el Worda estúpido me hizo, pero no es nada.
—Ven aquí. —le dije, mientras desabotonaba su camisa, dejando ver a la luz su escultural cuerpo. Las marcas de garras estaban impregnadas en su piel, tenía cuatro tajos no tan profundos, pero de los cuales salía bastante sangre. Tomé mi mochila, y busqué la ropa de algodón que tenía para Educación Física, y con la tijera que poseía en la cartuchera, corte un poco para limpiar la herida.
Cuando comencé a apoyar la tela sobre sus lastimaduras, los gritos comenzaron. El dolor estaba reflejado en su rostro, pero tenía que parar la hemorragia, o sería aún peor. Así que seguí haciendo lo que estaba haciendo. Cuando terminé, tomé el pantalón, que era del mismo material que la remera, y se lo anudé al rededor de la parte alta de su cintura, para que la sangre no siga saliendo.
—Gracias... Creo que te debo un pantalón y una remera. —musitó riendo, lo que yo lo secundé.
—Así es, y más te vale que me lo pagues.—le aseguré riendo.
Luego de que lo terminé de curar, o mejor dicho, que le brindé los primeros auxilios, Harry hizo andar el auto, hacia la ciudad de Illinois, mientras hacíamos ese largo viaje, empezamos a hablar de cosas triviales, para despejarnos un poco de ese mundo sobrenatural que nos rodeaba, y empezar a pensar un poco que él y yo somos novios, no oficiales, pero novios al fin, y tenemos que hacer algo como chicos normales, sin tanta locura de por medio.
—Que dices... Ya que estás, o mejor dicho estamos, un poco hartos de todo esto, hacemos una salida de novios, pareja, amigos con derecho a roce, o como te guste llamarlo. —dijo, a lo que yo reí.
— ¿A dónde? —pregunté entuciasmada.
—Que tal si vamos a un paseo de camping, en el Río Michigan.
— ¿Tan lejos?
—No es tan lejos, y es uno de los Ríos más largos y hermosos del mundo, sin contar la hermosa ciudad que lo rodea.
—De acuerdo, vamos allí. —le dije, con una sonrisa. —¿Pero... cuándo?
—Em.... ¿Mañana? Digo... Después de ir al instituto, podríamos ir allí.
—Claro, me encanta la idea.
—Me alegro. —Dijo, con una sonrisa, mirando al frente.
— ¿Tú crees que mi madre se ha enterado que no estoy en el colegio?
—Si te soy sincero, creo que si... Más de la forma tan... Original de como nos fuimos. —contestó, y yo me reí ante el termino "original", de como fue nuestra salida.
—El señor Burk me detesta, y ya me llevo anatomía, y ahora mi madre me va a querer colgar cuando se entere que me escapé de la escuela.
—Eso no es problema, yo me hecho la culpa de todo, fue toda mi entera responsabilidad.
—No fue así, yo participé.
—Exacto. Pero si vamos al punto de la cuestión, yo te llevé al arrastre de la escuela, escapándonos de todo. Así que, no estaríamos mintiendo si digo que fue mi culpa.
—No quiero que te reten a ti.
—No sucederá, seguramente Lander, Louis y Marlon le borraron la memoria a todos lo que se encontraban allí, por supuesto a todos los humanos.
— ¿Cómo harán eso? —le pregunté con temor.
—Tranquila, no les harán nada malo, ni siquiera les dolerá ni sentirán nada, es solamente un simple hechizo que hace que te olvides de las cosas, y apuesto a que lo utilizaron con los docentes y a lumnos.
— O sea, que mi madre no se ha enterado.
—Supongo que no, si es que mis hermanos usaron el hechizo si no, el plan B, es que me tiras todas las responsabilidades a mi persona.
—Eso sabes que...—me interrumpió.
—No lo vamos a discutir nuevamente, ¿no?
—No, no, pero una cosa... —dije, pero me callé. Hablar de aquello me daba mucha vergüenza.
— ¿Dime?
—No, nada, luego lo hablamos. —dije, tomando su mano derecha;— ¿Hoy vienes a mi casa?
—Siempre y cuando me invites.
—Claro que si. —le contesté con una sonrisa, a lo que el contestó con un beso dulce, pero fugaz.
En menos de media hora llegamos a mi casa, allí no se encontraba nadie, ya que mi hermano estaba en la escuela y mi madre en el trabajo. Así queHarry y yo fuimos hacia la cocina e hice un churrasco con ensalada russa, y mi ayudante de cocina era él.
—Harry, voy a cortarte si no dejas de poner las manos en la comida. —Dije, mientras cortaba la grasa del churrasco, para ponerla en la parrilla y que se caliente.
—De acuerdo, no te ayudo, aunque se, que soy uno de los mejores cocineros que halla. —musitó con aires de superioridad, colocándose detrás de mí, y tomándome por la cintura.
—Claro, claro... Y yo soy Britney Spears.
—No, lo digo de verdad, se cocinar muy bien... Además, te voy diciendo algo Yankee, acordate que soy parisino. Yo se que todos conocen mi ciudad, como la del amor, y es verdad. —comentó besando mi cuello, y con su lengua acarició levemente mi piel, lo que provocabe que me estremeciera. —Pero París tiene la mejor cocina de todo el mundo, sin contar que la de ustedes es muy... Plástica.
—Perdón, niño europeo, no quería ofender a su tan amada tierra.
—No, no me ofendes, niña america. —me contestó, siguiéndome el juego. —además te soy completamente sincero, amo cocinar pero... Más me gusta comer, —dijo con picardía en mi oido. —y la parte que más me gusta es la del postre.
Al decir eso, mi piel se erizó, ante sus palabras y el tacto de su piel. El muchacho me tomó de la cintura y me hizo girar, para que quede frente a el. Su mano fue descendiendo de mi cintura a mis glutios y desde allí a mi pierna derecha, proporcionando caricias indescriptibles. Su boca y la mía se enlazaban y descenlazaban, de una manera inexplicable, mientras que su mienbro dulzón, hacía una expedición en mi boca, y mi única plegaria a Dios, y si es que hay uno, es que su boca y la mía jamás se separen.
Mis manos descontroladas, se encontraban en su cuello, y con mis dedos enredaba y desenredaba su cabello, formando pequeñas ondas, mientras que la respiración agitadas de ambos, se hacía frenética y desacompasada.
—Ha... Harry. —pude decir entre beso, y beso, ya que su boca no se despegaba de la mía, ni para porder tomar aire.
— ¿Si? —preguntó, separándose de mi, lo mínimo como para poder hablar.
— ¿Podemos hablar, seriamente de esto? —le dije, ya que de la manera en la que nos estábamos besando, no era dulce ni nada por el estilo. Era pura y exclusivamente pasional.
—Ro... Yo sé que... —lo corté.
—Primero déjame hablar, ven. —le pedí, entrelazando su mano con la mía, y ambos caminamos hasta mi dormitorio.
Me senté en mi lecho, y el acercó la silla del escritorio y se sentó frente a mi, tomando mi mano derecha y acariciando esta. Hacía formas oblicuas en el dorso de mi mano, mientras que con su otra mano, acariciaba mi mejilla, bajando de mi clavícula, a mi cuello y de ahí otra vez a mi mejilla.
—Tu sabes que te amo. —le dije, preguntando, o más bien, afiermando ese hecho.
—Yo también te amo, eres la mujer de mi vida, y lo sabes. —contestó con dulzura, a lo que yo creí desfallecer ante sus palabras.
—Tengo tanto miedo, Harry.
— ¿De qué? —quizo saber.
—De eso, Harry. —contesté con obviedad.
—El sexo. —musitó, y yo me puse roja como un semáforo.
—Si, eso, me da... Miedo y...
—Ya te lo he dicho, lo haremos cuando te sientas segura y lista.
—Lista sé que estoy, porque te amo y quiero hacer el amor contigo, pero se que segura nunca voy a estarlo, porque siempre voy a tener miedo.
—Yo te voy a esperar el tiempo que sea necesario. —volvió a repetir.
—Eso es lo que pasa, Harry. No hay tiempo. —le dije, bajando la mirada.
—Claro que lo hay, y mucho.
—No, porque tu y yo no sabemos si Liam gana la pelea, si yo me quedo con él, si Taylor se sale con la suya, o si, simplemente, salgo a la calle y me pisa un auto.
— ¡Romance! No hables así.
—Es que es la verdad, y estoy segura que quiero hacer eso contigo, porque se que no voy a encontrar una persona a la que ame más que a ti.
—Tu sabes que siempre voy a amarte, pase lo que pase, siempre vas a ser el amor de mi vida.
—Tu también, y por eso, se que quiero que seas tu, y se que el miedo que tengo jamás se me va a ir, por que es algo normal... Pero de verdad, quiero hacerlo contigo.
—Me encanta, y me siento alhagado de que me elijas como el primero... y espero ser el último.