Blinking Cute Box Panda

viernes, 26 de abril de 2013

El precio de la elegancia - Capítulo 9


El precio de la elegancia
Capítulo 9

-->
Salió de la carpa cuando todo el mundo estaba haciendo los preparativos de la cena. Unos cocinando, otros prendiendo el fuego y otros más, haciendo las mesas de troncos. Ella, con una pollera entubada blanca con detalles cítricos, una blusa sin mangas amarilla, al igual que el bolso que colgaba de su mano con sus utensillos básicos de "supervivencia", y un blazer descansando pasivamente en sus hombros. { http://www.polyvore.com/067_celebrity_inspired_leighton_meester/set?id=46599451 }
¿Se encuentra bien? —pregunta Jason, mirándola desde su costado, esta solamente asiente en silencio. —Entonces... tome. —dice, entregándole un cuchillo y una cebolla.
¿Perdón?
Debe ayudar a la cocina si quiere comer.
Deje, mejor paso.
¿No va a comer nada, Srta. Rockefeller?
¿Cuánto dura el campamento? —le pregunta, sentándose en el baúl en el que estuvo anteriormente.
Una semana.
He pasado más tiempo sin comer, no se preocupe. —le contesta, con una sonrisa ladeada.
¿Más de una semana? —pregunta horrorizado el muchacho.
Si, y no se preocupe... Si siento que me desmayo, me como un quesito enlatado. —le dice ella, mostrándole una de las latas.
Pele las cebollas y puede comer.
Comida de plebeyo... Prefiero mi queso enlatado, importado de Francia.
Es tan... —dice este, dejando el cuchillo con la cebolla sobre el baúl, y dándose la vuelta para ir a la cocina.
Todos los preparativos de la cena, y también de la noche, donde las carpas fueron bien instaladas y la leña para que el fogón dure toda la noche, terminaron alrededor de las nueve de la noche, dónde el gran tablón de la mesa se extendía dejando a los diecinueve alumnos sentados, mientras que Elizabeth se encontraba sentada en un montículo de tierra, mirando hacia el paisaje, donde se podía ver el Río Hudson bajo el brillo centellante de la luna.
Tome. —musita una voz a su lado, entregándole untazón con una cuchara, con estofado de arroz.
Gracias... Pero paso.
¿Va a morirse de hambre?
Ya le dije que he estado más tiempo que una semana sin comer, puedo recistirlo.
Si, pero no con la actividad física que vamos a realizar todos estos días, y no voy a cargarla en mi espalda cada vez que caminemos. —le dice este, dejando el plato de comida a su lado. —Coma. —le dice, para luego salir de allí, en camino a las mesas.
El toque de queda es en una hora, pero ya terminamos todo así que el que quiera, puede irse a dormir. —dice Jason, a todos los alumnos, algunos, unos cuatro se fueron a sus carpas, mientras que los otros se dispersaron en grupitos. Elizabeth, cansada de la tediosidad de ese campamento, y el no tener a Holly no ayudaba para nada, se dirigió a su carpa, donde explícitamente pidió estar sola, cosa que, gracias a dios, aceptaron.
Se quitó la ropa y se colocó un camisón rosado, se ató el pelo con un moño y se colocó unas pantuflas en los pies, junto con una bata del mismo color cayendo por sus hombros. Tenía que ir al baño, así que, muy a su pesar, volvió a salir de su carpa. { http://www.polyvore.com/fabulous_night/set?id=54103760 }
Obviamente, el sexo masculino no tardó en hacer contacto visual con sus largas, esveltas y desnudas piernas, ya que se encontraba en camisón, y esta, más ligero, se encaminó hasta dónde estaba Jason.
¿Dónde está el tocador? —pregunta ella, mirándolo solo a él, e ignorando las babosas miradas de todos.
¿Tocador? —pregunta con una sonrisa ladeada, tentándose a escaparse una risa.
Si, ¿dónde está?
La letrina querrá decir. —le corrije él, haciendo que el rostro de ella quede más blanco que él papel. —Por acá. —le dice él, poniéndose de pie y caminando hacia por adentro del bosque.
Oh por dios, ¿por qué mis padres me odian tanto? ¿Para qué tuvieron una hija si la iban a tratar así? —preguntaba ella, al borde del llanto.
No me diga que la todopoderosa Elizabeth Rockefeller, va a llorar porque tiene que ir al baño en una letrina.
Cierra la boca, plebeyo. Tu estás acostumbrado, en cambio yo...
Aquí es. —dice, y allí, atada con una soga entre dos árboles, había una sábana negra.
¿Perdón?
No habrá creído que trajimos un sanitario entre nuestras cosas, ¿verdad?
Annus horribilis. Sin duda alguna. —dice ella, caminando hasta pasar al otro lado de la sábana. —Si me dejas aquí, voy a matarte. —le dice ella, haciendo reír al muchacho. —Aléjate.
Dijiste que si te dejaba me matabas.
No te vayas muy lejos, pero vete un poco. —le dijo esta, y mientras reía por lo bajo, el muchacho seguía sus indicaciones.
¿Listo?
Si. —contestó de mala gana, mientras se acomodaba la bata en los hombros.
¿Quiere revolucionar a toda mi tropa vestida así? —le pregunta, viendo el escote de su pijama, el cual, se corrió cuando fue al baño, y estaba más abajo de lo que en realidad era. Esta, se mira el busto, y rápidamente se acomoda.
Pervertido. —musita, caminando más rápido.
Hasta mañana, Srta. Rockefeller. —la saluda, y esta, ignorándolo se mete dentro de la carpa, haciendole a él, soltar una risotada.

miércoles, 24 de abril de 2013

El precio de la elegancia - Capítulo 8


El precio de la elegancia
Capítulo 8

Con un vestido negro de cuello redondo, zapatos del mismo color que su bolso, y un blazer de animal print, Elizabeth apareció, junto con Holly, con dos maletas a sus costados, en el parque frontal al gran edificio.
¡Por favor! Los alumnos de la universidad, con el número que se les fue otorgado, acérquense a su grupo asignado de la escuela de las Fuerzas Armadas.
¿Qué número tienes, Beth?
El uno, ¿tu?
El cuatro. —contesta ella, decepcionada. —Vamos a estar separadas.
¿Algo más podría ir peor? —pregunta esta, de mala gana acercándose hasta el grupo uno, y allí, liderando el grupo, se encontraba Jason, con su investidura militar, como siempre. —Si, seguro. Algo más podía ir mal.
Parece que al fin y al cabo vienes igual al campamento. —dice con un tono burlesque, Jason.
Si, pero en mi maleta me llevo el trabajo de Donal, junto con la casa y el empleo de los padres de la sirvienta. —contesta de la misma forma, pasando por la fila. — ¡Tú! ¿Quien eres?
Eh... Mal... Malcom Berthom. —contesta el muchacho, vistiendo un short negro, una playera verde y zapatillas deportivas.
Lleva esto. —le dice, dándole sus maletas. —Si se rayan, rompen o falta algo, te decapito Berthom. —lo amenaza, con tono furtivo, pero con una falsa sonrisa en sus labios.
Si... Si, claro. —contesta tartamudeando como al principio.

                                                                             ***

Paren. —dice Jason, detendiendo al grupo que constaba de diez estudiantes de la milica, y diez de la universidad de altos estudios. —Registremos. ¿Savannah Breedom?
Acá. —gritó la chica.
Ian Winken. —dijo, haciendo que el chico grite "aca". —Harry Di Vella. —y al igual que el anterior, contestó. —Charles Di Vella. —dice y como el otro, contestó. —Elizabeth Rockefeller. —y nadie contestó. —Elizabeth Rockefeller. —repitió, sin obtener respuesta nuevamente, los estudiantes se miraban unos con otros, haciendo que el chico cierre los ojos y suspire cansado.
Creo que se quedó más atrás. —le dice un chico, militar, a su lado.
Y si sabías eso... ¡¿Cómo la dejaste sola?! —le grita molesto, pasando entre los alumnos, y caminando un poco bastante el camino ya recorrido. — ¿Elizabeth? —pregunta, mirando el sendero vacío. — ¡Elizabeth! —grita ahora, apurando el paso.
¡Acá estoy! —le grita ella, subiendo cansadamente una pequeñita colina que estaba delante de ella.
¿Puedes apurarte?
Oh por dios, ¿cuánto falta?
Recién vamos caminando solamente tres kilómetros.
Oh dios, no doy más. —dice ella, cerrando los ojos con cansancio. —Los pies me están matando.
Zapatos de tacón... ¿A quién diablos se le ocurre venir con eso a la montaña?
Holly seguramente está usando lo mismo. —comenta Beth, más para ella que otra cosa, sonriendo con dulzura.
Ven. —le dice, tomándola de la mano, y pasándole un brazo por la cintura, para recargar casi todo su peso en él. —Eres muy exasperante.
Te dije que no debería haber venido. No soy una chica de campo, soy una diva de pasarela.
Te quieres mucho a ti misma. —comenta él, con una risa sarcástica.
¿No es verdad? Vamos, déjame volver.
Claro que no. Faltan Dos kilómetros para llegar a la primera parada.
¿Primera parada? —pregunta ella, con los ojos abiertos como platos.
Claro, es el primer lugar donde acamparemos, mañana va a ser en un lugar distinto.
Oh, esto es un infierno. Debí haberla mandado a la cárcel a esa mujer. —dice con el ceño fruncido.
No me recuerdes a la Sra. Donal, porque voy a dejarte acá en el medio del monte. —le amenaza, y esta, ante el miedo de perderse en un lugar como aquel, cierra la boca. Comienzan a caminar hacia donde estaban todos, y entre una de las subidas, debido a los altos zapatos de tacón, la muchacha se cae, y se dobla el pie.
¿Estás bien? —le pregunta, agachándose a su altura.
Oh, no...
¿Te duele? ¿Dónde? —pregunta él, asustado.
Mira mi zapato... Era un Giuseppe Zanotti original. Adoraba este par. —dice ella, mirando el tacón desprendido de la suela del zapato derecho.
Pensé que estabas herida. —dice el, girando los ojos, mientras la tomaba de la mano y la ayudaba a levantarse.
Ay, duele. —comenta ella, cuando pisa la tierra.
No haces más que dar problemas. —comenta el chico, mientras se agachaba delante de ella.
¿Qué haces?
Sube.
¿Qué?
Sube antes de que me arrepienta y te deje aquí. —amenaza nuevamente, haciendo que esta, tomando su zapato roto, y con el otro puesto, se suba a su espalda. Ella, coloca sus brazos alrededor de su cuello y el la toma fuertemente por debajo de las piernas, apretándola contra él, y así, comienza a caminar.
Eres más pesada de lo que aparentas.
Cierra el pico si no quieres que te agujeree la cabeza con mi zapato. —comenta ella, haciendo reír en voz baja al muchacho.
El clima era un poco caluroso, pero una tenue brisa se entretejía en el ambiente, haciendo que su cabello volara suavemente con el viento. Cansada de su caminata, apoyó su cabeza en la espalda del chico, y por el movimiento suave de su caminar, fue cayendo lentamente en la inconciencia,
¿Dónde están? Cambio.
Ya llegamos al campamento, señor. Cambio. —contesta el segundo cadete a cargo, por el woki toki.
De acuerdo, yo voy a estar por allá en unos diez minutos. Cambio.
Si, señor. Cambio. —y así cortó la conversación.
Digame, su majestad, ¿está disfrutando del paisaje? —pregunta el muchacho. — ¿No va a responderme? Qué poca cordialidad, alteza. —dice este, con una sonrisa ladeada. — ¿Elizabeth? —pregunta, ante el silencio de la chica. — ¿Está dormida? —inquiere largando una risa seca. —Esto es increible. —comenta este, apretandola con más fuerza contra él, por si caía.
Luego de unos diez minutos o más, ambos llegaron al campamento, el cual, ya estaba casi instalado, faltaban solamente las mesas de madera hechas de troncos y soguines, las fogatas y el lababo.
¿Está herdida? —pregunta Martin, mirando a la muchacha.
Está dormida. —contesta este, agachándose en el suelo, y colocando a la chica, sobre uno de los baúles que tenía los utencillos de supervivencia básicos. —Elizabeth. —susurra, mirándola fijamente dormir, y viendo lo hermosa y pacífica que era, tan frágil e inocente al dormir, y tan malvada y ruin cuando estaba despierta. —Elizabeth, ya llegamos al campamento.
Eh... —suelta ella, abriendo lentamente los ojos.
Ya llegamos. —repite, mientras ella posaba sus ojos verdosos cual bosque, en los suyos oscuros, fundiéndose ambos como la menta y el chocolate.
¿Si? —pregunta ella, poniéndose de pie, y sintiendo un poco de dolor.
Quédate quieta, voy a traer hielo.
Voy a estar bien, solo necestio cambiarme.
Me parecía raro que ya hayamos pasado la media tarde y siga con la misma ropa.
Muy gracioso. —comenta ella, rodando los ojos, mientras se ponía de pie. —¡Malcom Berthom! ¡¿Dónde está mi equipaje?! —grita, haciendo que el chico corra hasta ella.
Está en allí, al lado de su carpa.
Gracias, lindo. —contesta con una sonrisa, centellante y sensual, caminando hacia su carpa, girando los ojos.

Dramma Queen - Capítulo 37


Dramma Queen
Capítulo 37

Princesa, las princesas japonesas ya están por llegar. —dijo Allison, mientras Emma seguia dentro de su dormitorio.
Ya salgo, ya salgo. —dijo esta, colocándose un poco de perfume y saliendo de su recámara. Con una remera manga corta gris, una pollera dorada tiro alto, zapatos de tacón, medias y un saco negro. El cabello ondulado largo y castaño cayendo hasta llegar a lo bajo de su espalda y el maquillaje casual, como siempre. { http://www.polyvore.com/lookbook_27_12/set?id=46119699 }
¿Se puede saber dónde vas?
¿No te lo dije ayer? Voy a salir con Mako y Kako.
¿Las princesas de Japón? ¿De verdad? —preguntó interesado Harry, deteniendo su paso y observando a la muchacha.
Así es, vamos a pasear.
Emma, ven aquí. —dijo el, tomándola del brazo y sentándola en un sillón cercano. —Japón es una potencia mundial, su metodología económica es una de las mejores del mundo, sus exportaciones, sus métodos de trabajo, ¡todo!
¿Y esto me lo dices por...?
Conciente en todo a las princesas, ellas van a ser la llave segura hacia las negociaciones conómicas y políticas entre Gran Bretaña y Japón.
Todo muy lindo, Harry. Pero esto no es un paseo "de conveniencia eco-política" es solo, un paseo entre chicas. Además... No tienes idea lo feo que es no tener una amiga en este país, mi único amigo...
No quiero hablar de él.—habla él, de manera cortante.
Ese es el punto, con los únicos chicos con los que tengo contacto son hombres, quiero salir con chicas, divertirme, reírme de cosas tontas, y dejar de pensar en la universidad, los fondos económicos, la reina odíandome y tu haciendo lo mismo, y... ¡Todo! Así que, no, si quieres hacer un arreglo con Japón sale con el Emperador, o con el príncipe heredero, o como quieras, yo, voy a salir, con amigas nuevas.
Las cuales viven al otro lado del mundo, y se van pasado mañana.
Eso no importa, el punto, es salir ahora. Y conocerlas. Me cayeron bastante bien.
Haz lo que quieras. —dijo molesto el muchacho, pero Emma ignoró la actitud del castaño, esperando a sus compañeras.
Con Mako y Kako de su lado, las tres chicas partieron a la calle londinense mayormente reconocida por sus tiendas y sus restaurantes. Mako y Kako estaban altamente sorprendidas de las bellas prendas de vestir que Emma se probava, la cual, hizo que ambas princesas luzcan de manera completamente diferente al final del día. La mayor de ellas, Mako, lucía una remera blanca suelta, unos pantalones ajustados rosa claro, un saco lila y zapatos de tacón { http://www.polyvore.com/chiara_ferragni/set?id=46225022 } Mientras que Kako, se colocó un vestido blanco floreado, un saco de hilo blanco y zapatos de tacón color crudo { http://www.polyvore.com/spring/set?id=46003909 }
Espera, espera, espera. —dijo Emma, sentándose bien, en la escalera de Trafalgar Square. — ¿Estás enamorada de tu guardaespaldas?
Shh... Emma, no lo publiques. —dijo Mako, haciendo una seña para que guardara silencio.
¿Y él lo sabe?
No, jamás debe saberlo, ni él, ni nadie. Solo Kako y tu lo saben.
Pero... ¿Por qué no se lo dices? Tal vez, el también guste de ti.
No puedo, el es solamente un empleado del Imperio, y yo, una princesa. Mi casamiento debe ser arreglado por los mayores.
Te entiendo... Eso es horrible. —comentó Emma, frunciendo el ceño.
Y tu... ¿Estás enamorada del príncipe Harry?
Emm... Bueno, yo... Yo, ya... Es que... —balbuseaba Emma, haciendo reir a las muchachas japonesas.
Si, te gusta. Eso es obvio.
El me detesta, se los aseguro. —comentó Emma, sonriendo, pero sus ojos estaban entristecidos.
No lo creo, el parecía bastante atento y cordial con respecto a ti.
El siempre es así cuando hay gente, y más, otros miembros de casas reales o imperiales, como ustedes.
Pero más allá de eso, —dijo Kako, interviniendo en la conversación. — ¿Tú estás enamorada de el?
Es que, es... Complicado.
¿Por qué?
Creo, que me gusta alguien más. —confesó Emma, mirando a las dos chicas.
Eso está mal, Princesa Emma.
Lo sé. —afirmó esta. —Sé que estoy casada con Harry, y se que es malo, pero...
No es tu culpa, Emma. Fueron obligados a casarse, es normal que si el no te gusta, te guste otro chico. —le dijo Kako, más comprensiva. — ¿Y quién es el? ¿Tu empleado? —preguntó y Emma negó con la cabeza. — ¿Un compañero de la Universidad? —indagó nuevamente y esta volvió a negar. — Entonces, ¿quién es?
Prometan que si les digo, nunca, pero nunca, se lo van a decir a nadie.
Lo prometo. —dijeron ambas al unísono.
Zayn...
¿Zayn? ¿Qué Zayn?
Zayn de Edimburgo. —dijo Emma, para que estas comprendieran quien era al fin.
¿El príncipe Zayn? —indagó alarmada, Mako.
¿El hermano de el príncipe Harry? —continuó en el mismo tono, Kako.
Si, el mismo. Pero es que, es raro...
¿Raro? ¿En qué sentido?
No creo estar enamorada de el.
¿Por qué no?
Vieron en las novelas románticas, o en las películas, la mirada de la protagonista, sus actos y todo eso, con respecto a su enamorado... Yo no me siento así con Zayn. Pero, es que... El es la persona más dulce y comprensiva que conozco, siempre está conmigo, me ayuda, me apoya y...
Princesa Emma, usted, no está enamorada, solamente está... Cautivada.
¿Cautivada? —le preguntó la castaña a Mako.
Así es, usted está cautivada por la belleza del príncipe, sus actos para con usted y demás factores. Pero, piense, el amor no es eso. Se lo aseguro, el amor, es algo tan puro, tan mágico, que hasta en las cosas más vulgares y ordinarias, se vuelven elegantes y sofisticadas. Por Hiro siento eso, ese amor indescriptible, que con el solo hecho de mirarlo a los ojos, yo ya soy feliz. ¿Usted se siente así con respecto al príncipe Zayn?
Yo... No lo creo.
¿Y con respecto al príncipe Harry?
Si, con solo mirarlo ya soy feliz. Pero, no... Eso es imposible, el y yo... Nunca.
¿Por qué?
Es la persona más fría, calculadora, distante y egocéntrica que en la vida conocí.
Pero le gusta.
Es lindo. —comentó Kako, riendo. —Muy... ¿Cuál es esa palabra que ustedes usan? —inquirió pensando un momento. —Ah si... Sexy. —dijo la oriental, haciendo reír a las otras dos muchachas.
El crepúsculo cayó sobre la hermosa ciudad de Londres, haciendo que la "salida de chicas" llegara a su fin. Mako, Kako y Emma se despidieron, prometiendose volverse a ver en alguna otra ocación (sea ellas visitando Londres nuevamente, o Emma, llendo a Tokio). Se prometieron llamar, escribirse y mandarse mails, para nunca perder el contacto, ya que según Mako, las relaciones de amistad entre las princesas del mundo, debe ser una prioridad internacional. Emma, como última en su recorrido, llegó al Castillo de Windsor, donde, en la puerta del mismo, vestido con un traje azul marino, el cabello semi peinado negro, y esos ojos olivaceos repletos de cariño, la esperaban.
¿Zayn? ¿Qué haces aquí?
Vengo a hablar contigo, y con Harry.
¿Por qué motivo?
Vengo a pedirle el divorcio, vengo a pedirle que te libere.
¿De qué hablas? —inquirió asustada, Emma.
¿No te quieres divorciar de él, Emma? Ahora, que tu has confesado lo que sientes por mi, sería mucho más sencillo que...
Zayn, yo te quiero mucho pero...
¿Pero?
Amor es... Una palabra muy grande.
¿Lo amas a él?
Esto es entre tu y yo, Zayn. No metas a más nadie. —le dijo esta, evitando su pregunta. —Solo que, no se si es "amor", lo que yo siento.
Eso no importa, abejita. Yo voy a hacer que te enamores de mi, solamente, lo primero y más importante, es el divorcio entre tu y Harry.
No voy a divorciarme.
¿Qué? ¿De qué hablas? —inquiere, entre sorprendido y molesto.
Basta, Zayn...
Te amo, Emma.
Yo... Por favor, Zayn. Hamblemos después.— le pide, desesperadamente Emma.
¿Tienes miedo de que se entere?
¿De qué? Tu y yo, solo somos amigos.
Los amigos no se besan, Emma.
Zayn, vete. —le dijo la castaña, asustada que alguien del castillo pueda haberlos oído.
Se que tienes miedo, de que... Se enteren, de que te destierren o algo peor, pero no te preocupes, Emmita. Yo me voy a encargar de que salgas libre de Inglaterra.
Zayn, por favor.
Te amo. —dijo este, bajando las escaleras del pórtico, y estando a menos de tres pasos de ella, este caminó hasta su vehículo, que estaba estacionado frente al de ella, y sin más preámbulos, colocó su boca, sobre la de ella. Fue un simple roce, algo suave, nada pasional, como la vez anterior, pero esta vez Emma, sin dudarlo un segundo, se separó de el. Zayn, bajó la mirada, entre triste y enojado, y salió del castillo de Windsor, llendo hacia el palacio de Buckingham, a una hora de camino.
Detrás de una de las columnas del imponente castillo, el heredero al trono se encontraba observando la escena, entre decepcionado y acongojado, mirando con recelo a la pareja.

miércoles, 17 de abril de 2013

Dramma Queen - Capítulo 36


Dramma Queen
Capítulo 36

Con un vestido rosa oscuro largo hasta los pies con corsé, de fiesta, el cabello suelto y zapatos de tacón, Emma bajó las escaleras del Castillo de Windsor. { http://www.polyvore.com/blair_waldorf/set?id=47172569 }
¿Dónde piensas ir así vestida?
¿No que era la fiesta de un presidente o algo así?
Es un Emperador, justamente... Ve a cambiarte ahora de ropa.
¿Por qué? Es lindo. —dijo Emma, con una sonrisa.
¡Ve! —le ordenó Harry, mientras esta, como una niña pequeña, frunció el ceño y caminó escalera arriba golpeando el suelo fuertemente con sus zapatos. Luego de unos cuentos minutos, luciendo una pollera amarilla, una remera sencilla amarronada, mientras que arriba de sus delicados hombros caía una chaqueta negra, que iba a composé con los zapatos de tacón, Emma bajó las escaleras con una sonrisa en el rostro { http://www.polyvore.com/blake_lively/set?id=46580349 }
¿Ahora?
Pasable. —dijo sin mucho interés el muchacho, haciendo molestar a la chica, pero sin más preámbulos, ambos fueron a la limusina que los dejaría en el salón de fiestas. Allí, con su típica decoración clasisita, elegante y poblado de las personas más importantes de Londres, y otras más de Europa y Asia, los príncipes entraron al salón, siendo anunciados por el pregonero del lugar. Todos, dieron sus formales saludos a la pareja real, los cuales fueron a saludar al anfitrión de la noche.
Su Majestad Imperial, Emperador Akihito. Es un honor por fin conocerlo.
Su Majestad, Príncipe Harry de Gales. Muchísimas gracias por venir.
Gracias a usted, Majestad, por invitarnos. Felicidades. —contestó el castaño, con una sonrisa educada. —Ella es Emma de Gales, mi esposa, princesa del Reino Británico y el Imperio Austro-Húngaro.
Es un placer conocerla princesa, el mundo entero habla de usted.
Ay que vergüenza. —dijo ella, con una sonrisa tímida. —Mucho gusto en conocerlo, señor. —dijo, lo más educado que pudo.
El gusto es mío, Majestad.
Ah, se me olvidaba decirle, Señor Emperador. —musitó ella, mirándo al hombre de edad avanzada. — ¡Feliz Cumpleaños!
Muchas gracias, Su Alteza. —dijo el hombre, riendo ante las palabras tan sueltas de la joven. —Es bueno ver un espíritu alegre, entre tantas personas viejas, ¿sabe, princesa? Es la primera que me ha dicho feliz cumpleaños.
¿La primera? Pero si es su cumpleaños, es obvio que todo el mundo debe decirselo.
Todos me dicen: Felicidades, le deseo lo mejor, muchísima prosperidad, le deseo mucha fortuna. Pero nadie, hasta usted, me lo ha dicho. Gracias, Alteza.
No, de nada, Emperador.
¿Le puedo pedir un favor, joven princesa?
Por supuesto, lo que quiera.
Voy a estar toda la cena rodeado de viejos, la verdad, sería bueno tener un alma joven entre nosotros. ¿No me acompañaría a cenar esta noche? Y por supuesto, acompañada de su marido, si no le molesta.
¡Ay, muchas gracias! Claro que si, sería un honor.
Entonces, adelante, príncipes. —dijo este, mientras la muchacha, y el joven príncipe, junto con el anciano de ojos pequeños, caminaban hacia la mesa central. Allí, se encontraban su Esposa, la Emperatríz Michiko, sus dos hijos los príncipes Naruhito y Fumihito y su hija la princesa Sayako, junto con sus nietos, la princesa Toshi, Mako, Kako y el príncipe Hisashito. Todos le dieron la bienvenida, mientras Emma se sentaba al lado de la princesa Mako, y junto a ella, el príncipe Harry.
¿Cómo te llamas? —le preguntó Emma, mientras las conversaciones entre todos se iban dando a corde a la celebración, y los grandes charlaban con los grandes (Harry en ese grupo) y los chicos con los chicos (los príncipes y princesas del Japón junto con Emma)
Mako, y usted es la princesa Emma de Gales. ¿Verdad?
Así es, y ustedes, ¿cómo se llaman?
Soy Kako, la hermana de Mako, y el es Hisahito, mi hermano, y ella mi prima la princesa Toshi.
Un gusto, princesa Emma de Gales. —dijo la niña de unos diez años.
El gusto es mío, Toshi. Pero dime Emma, diciéndome así me haces sentir más vieja. —comentó riéndo, haciendo que los demás rian con cautela y sobriedad.
Adoro eso que lleva puesto, princesa. —dijo Kako, mirando las ropas de Emma.
Muchas gracias, es el segundo "look" que me puse, ya que había elegido un vestido precioso rosa, pero Harry me dijo que no. Ese era más bonito.
¿Usted elige su propia ropa?
¡Claro! Tengo a Fémina, Eva y Allison, las chicas que están conmigo siempre, que me ayudan, pero la ropa vamos a comprarlas todas juntas. Además, adoro ir de compras.
Vaya, usted si que tiene suerte.
¿Por qué? ¿Tu no eliges tu propia ropa?
No, claro que no. Debemos usar la vestimenta acorde a las tradiciones, y mayormente, es la Emperatríz o la Princesa Madre quien elige nuestras ropas, o, nuestras criadas.
Oh pero... Es tan lindo comprar ropa. —dijo Emma, con melancolía. — Que tal, si un día vamos juntas de compras.
No lo sé, princesa Emma. No creo que nos dejen.
Pero, sería una salida de chicas.
¿Salida de chicas? —indagó Mako, la muchacha de tez pálida, ojos razgados y cabello corto negro, la mayor de los hermanos, con la clásica corona de princesa sobre su cabeza, y un anticuado vestido blanco largo hasta los pies, habló.
¿Nunca fuiste a una salida de chicas? —preguntó estupefcta la castaña, al ver el rostro de desconcierto de Mako, Kako y también de la pequeña Toshi, mientras estas negaban con la cabeza. —Una salida de chicas, es solo eso, solo chicas. Entonces, salimos, vamos de compras, a comer, tomamos un helado, charlamos de cosas...
¿Cosas?
Claro. Ropa, maquillajes, perfumes, de la farándula, de chicos, y esas cosas.
Vaya, suena bastante divertido, Su Majestad.
Así es, es supermega divertido. Entonces, que tal si, si se quedan más tiempo en Londres, podríamos hacer una salida de chicas.
Lo lamento, princesa Emma, no creo que nuestro padre, el príncipe Fumihito, nos deje hacer ese paseo.
¿Por qué no? Seríamos solo nosotras, nadie más.
Es que el es bastante... Estricto, ante las salidas fuera del palacio o fuera de la restricción de la Casa Imperial.
Bueno, hagamos una cosa. Luego de la fiesta de tu abuelo, yo le preguntó a el y a tu madre, si las dejan. ¿Si?
Princesa Emma, no creo que usted logre...
Tonterías, vas a ver que me deja. —dijo ella, con una sonrisa. —Y deja de llamarme por usted, solo Emma. ¿De acuerdo?
De acuerdo prince... Emma. —se corrigió Mako, con una sonrisa.
¿Princesa Emma? —indagó el Emperador, obserbando a la joven. —Cuéntenos, a que se dedica en estos momentos.
Bueno, Su Majestad, voy a la Universidad de Cambridge, allí estudio Historia.
¿Historia? Vaya, algo bastante extraño que una princesa estudie. Y dígame, ¿qué rama de la historia es su preferida? —preguntó el hombre, mientras las princesas hablaban con su madre, el príncipe Harry con los príncipes herederos, la princesa consorte (esposa de Naruhito) con la princesa imperial (hija del emperador) y su madre, hablaban en cuchicheos, y los más pequeños hablaban, o mejor dicho, reían, de quien sabe que disparatés de pequeñuelos.
Lo que más me gusta es la historia Europea y la Asiática.
¿De verdad? ¿No me está mintiendo, princesa?
Por supuesto que no, Emperador. Sería incapaz de una cosa así.
Y dígame, de nuestra historia, que es lo que más le gusta.
Lo que más me gusta, es sin duda, la familia real.
¿En verdad, Princesa de Gales?
Así es, es que... Amo todo lo que tenga que ver con las casas reales o imperiales de los diferentes países. Y la de Japón me encanta, es que, adoro la cultura japonesa.
Pero usted, no es ni europea, ni japonesa... ¿O me equivoco?
No, Emperador, no lo hace. —contestó Emma, sonriendo. —Nací en Buenos Aires, Argentina, pero, al mi abuelo haber nacido en Austria, y el haber sido el último decendiente real, yo tengo la nacionalidad Austríaca, y por casarme con el Príncipe Harry, también la ciudadanía inglesa.
Comprendo, comprendo...
Pero, debo ser sincera, más que la europea, me gusta la asiática. Adoro todo de su cultura. Me acuerdo que cuando vivía en Buenos Aires, iba bastante seguido al Jardín Japonés. Amaba ver los enormes parques, las plantas, los pecesitos de colores.—dijo ella, recordando que la última vez que estuvo allí, fue con Zayn, y esto, la hizo sonreír.
¿Le gustan los peces?
Claro que si, adoro a todos los animales. Pero los pecesitos allí, son distintos. Son, especiales. No lo sé, adoraba pasar horas alimentandolos. ¿A usted, Emperador, le gustan los peces?
Por supuesto, joven princesa. He estudiado de ellos toda mi vida, es mi gran pasión.
¿De verdad?
Así es, es algo que me apasiona realmente. Y los peces que seguramente usted vio en ese Jardín fue un pez Koi. Realmente bonitos.
Es muy lindo, son animalitos hermosos. Sus colores, sus formas, son muy bonitos.
Y complejos, si usted supiera lo especiales y complicados que esos animales son.
¿De verdad?
Así es, mire, los peces Koi... —y así el emperador estuvo hablando de peces con Emma por más o menos una hora, y cuando el emperador se calló, la princesa, recordó a las princesas japonesas.
¿Emperador? ¿Puedo pedirle algo si no es muy mal educado de mi parte?
Dígamelo, Joven princesa de Gales, y trataré de ayudarla en lo que pueda.
Mire, Emperador, lo que pasa es que estuve hablando con Mako y Kako hace un rato, y me han dicho que jamás hicieron una "salida de chicas", entonces, le quería preguntar, si usted las dejaría hacer esa salida conmigo.
¿Salida de chicas? —preguntó el hombre, un tanto confundido.
Claro, salir a comprar ropa, comer algo, charlas sobre cosas de chicas, esas cosas... Usted sabe, adolescentes charlando. —comentó la princesa con una sonrisa.
¿Solo usted princesa, con mis dos mayores nietas?
Así es, sería algo sano, lo prometo. Solo comprar ropa, comer algo y volver de nuevo, si quiere, al Palacio de Kensington, donde ustedes actualmente se alojan, o si no, al Castillo de Windsor, donde el principe Harry y yo vivimos.
De acuerdo, princesa Emma. Si usted me promete que va a ser cuidadosa y recatada con ambas princesas, yo no tendría ningún problema en aceptar. Deje que hable con mi hijo, el príncipe Fumihito, padre de ambas princesas.
Claro, muchisimas gracias. Emperador.
De nada, joven princesa.
Lamento interrumpirlos. —dijo la Reina, con su típica sonrisa educada y fina, con sus ropas elegantes haciendo que el emperador, observara a la mujer, y se parara de su asiento (como todos los demás), para saludarla como una Soberana se lo merecía.
Es un placer tenerlo aquí, y felicidades. Su Majestad Imperial, Emperador Akihito.
Muchísimas gracias, Su Majestad Real.
Es un placer ver a toda la familia imperial del Japón en un día memorable como este. —musitó la mujer, saludando con un gesto, a todos los allí presentes. —Espero que mi nieto, el príncipe Harry de Gales, y su consorte, la Princesa Emma de Gales, hayan sido cordiales y respetuosos con ustedes.
Por supuesto que si, Su Majestad. La cálidez de esta joven pareja es extraordinaria, y la princesa Emma muy grata en la charla. —dijo el anciano, haciendo sonreír a la castaña.
La velada, o mejor dicho, la "fiestamásaburridadelahistoria", para Emma, llegó a su fin, tras la positiva del Emperador Akihito, de que al día siguiente, la princesa Mako y Kako iban a estar al medio día en el Castillo de Windsor para "la salida de chicas", como el emperador prometió.